Otra de las facetas de este artista múltiple fue su veta musical. Los vínculos de Guillermo con la música le vienen de la infancia. Tocaba el bombo en una banda del colegio, pero tenía un amigo que tocaba saxo, se lo prestó, lo hizo sonar y eso le quedó grabado para siempre.
Después estudió algo de fagot.
Cuenta Frommer que, después de la exposición de pintura en el Museo Nacional de Bellas Artes en 2005, pensó:

“Esto es lo que dejo. Entonces me relajé. Era un tipo muy angustiado por producir, siempre necesitaba estar haciendo algo. Los resultados que logré superaron mis expectativas y esto, de algún modo, me alejó de ese estado alterado. Se dio la coincidencia que un amigo de Daniel, mi hijo, vino a la casa y comenzó a tocar saxo. Me puse a escuchar y dije: no puedo no hacer esto. Fue algo que siempre quise hacer…”

A partir de ese momento, Guillermo comienza a escuchar instrumentos medievales, encuentra un plano de uno de ellos y un amigo que tenía las herramientas lo construye. Después, se compra un torno y él mismo empieza a hacerlos. Se plantea el desafío de poder leer música y se da cuenta que: “Puedes hacer más cosas de lo que crees, sólo por el hecho de concentrarte en algo. Darte cuenta que entendiendo el concepto de la música es posible aplicarlo a varios instrumentos, lo mismo que con el dibujo: aprendes dibujo y puedes hacer grabado, pintura, fotografía, escenografía, computación…”